"A la mágica y poderosa creación"


viernes, 10 de junio de 2011

El viaje de la alquimia

Necesitaba cortar con el vertiginoso ritmo impreso por la ciudad. Necesitaba tomar distancia de aquellos números que no cerraban, de aquél negocio que aún no se concretaba, de aquellos objetivos que una y otra vez me remarcaba y que debía alcanzar antes que el calendario marque diciembre. Frases y más frases que me llegaban. En definitiva la vida estaba tomando un solo destino. Un destino marcado por las ambiciones del ego, ambiciones que solo hacían malgastar mi tiempo terrenal… Necesitaba limpiar toda la basura que habitaba en mi mente.

Una limpieza profunda sería la razón para luego poder retornar. Estimé algunos gastos, preparé mi mochila y subí a mi auto decidido a salir a andar. No sabía el tiempo que ese viaje me iba a llevar, no sabía los destinos, tampoco si el dinero me iba a alcanzar, solo sabía que no iba a parar hasta sentir que la basura había abandonado mi mente. Sentir, ese era el destino.

Iba a ser difícil dejar por un tiempo la ciudad, en definitiva toda mi vida la había pasado allá. Sabía que habría momentos de soledad en que iba a desear regresar, pues en todo viaje me pasaba aquello de querer retornar “un tiempo”. Es que también dejaba muchas cosas que en algún momento iba a extrañar. Pero sabía que esta era la oportunidad y quizás mañana sería tarde para volver el tiempo atrás. Sabía que esa soledad iba a ser parte de la limpieza que me permitiría descontaminarme, para volver a ser, a ser simplemente uno mismo.

Me había jurado no oponer resistencia a todo aquello que me podría pasar, de hecho yo mismo sostuve que en este viaje no había plan. Para planes ya tenía bastantes en el plano laboral. Encendí el motor de mi coche y emprendí mi retirada, dispuesto a recibir lo que cada lugar me quiera dar.

Y como un río en un largo recorrido iba buscando la salida al mar; y como un árbol me renovaba y cambiaba, sentía que volvía a florecer, que volvía a renacer; y como el sol reaparecía cada mañana con mayor intensidad, llevando luz a cada pueblo, a cada rincón; y como el agua de lluvia que bajaba de la montaña la basura poco a poco comenzaba a decantar. Era la naturaleza quien tendría la capacidad de apaciguar la mente, era mi libertad aliada a su amor incondicional, un fascinante escenario de abundantes enseñanzas. En ese viaje aprendí que soy río, montaña, soy árbol, sol y mar.