"A la mágica y poderosa creación"


lunes, 9 de enero de 2012

Hilario el paciente

Dotado de una habilidad especial, Hilario disfrutaba de esperar. Había aprendido a sobrellevar situaciones que todos los mortales consideramos tediosas.

Imaginemos hoy en la fila del Banco una persona feliz de tener que esperar cuarenta y cinco minutos para llegar a la caja y pagar un impuesto municipal. O en la cola del supermercado un día de semana después de haber regresado de una dura jornada de trabajo, esperando y esperando sonrientes para que al llegar nuestro turno el cajero nos diga “Son $232,22”. Ni hablar de un fin de semana largo en la costa, donde el estrés de la vuelta se hace tan aburrido como agotador, donde no faltan las discusiones de si era conveniente salir antes, después o directamente no haber viajado nunca, y las peleas con algún impaciente que prefiere ganar el tiempo pasando autos por la banquina.

Podríamos seguir enumerando una cantidad notable de situaciones que vivimos a diario en la ciudad en las cuales somos presa de la espera como el caso del turno con el dentista, cuando llegamos antes a una cita, la espera del colectivo o el lector en la mitad de un aburrido libro deseando arribar pronto al final. Lo cierto es que para Hilario la espera no era perder el tiempo, sino todo lo contrario, era atesorarlo. Cuanto más aburrido el libro, cuanto más había que esperar, Hilario lo disfrutaba más. Hay quienes afirman que Hilario venía de otro planeta pero eso dejémoslo para analizar en otra oportunidad.

A todos seguramente nos pasó alguna vez que la espera se nos hizo larga y cuando pensamos que habían pasado 30 minutos, tan solo habían sido 10. A Hilario también le pasaba, pero eso era lo mágico para él. Sostenía que mientras esperaba podía detener el tiempo. Cada tanto repetía “¿Que increíble no? Vivir en 10 minutos lo que en 30”.
Pasó gran parte de su vida buscando sin éxito una fórmula que explique como detener el tiempo. Quien pueda descubrirlo alguna vez, seguramente lo hará retomando los escritos de Don Hilario.

Decía que no podíamos andar divirtiéndonos a todo momento, porque sino la vida se nos iba en un abrir y cerrar de ojos. Que para eso era necesario el aburrimiento. Sostenía además que las grandes ideas surgen en el aburrimiento, Arquímedes había descubierto el principio que hoy lleva su nombre, y que luego le permitió comprobar si la corona del rey era completamente de oro, en una tarde de aburrimiento mientras se encontraba sumergido en la bañera. Newton formuló la teoría de la gravedad un mediodía de verano esperando a la sombra de un árbol. Esa misma manzana que cayó fue la que lo inspiró mientras aguardaba, aburrido por cierto, por su enamorada que ese día llegaba retrasada a la cita.

Hilario afirmaba que mientras haya gente aburrida el mundo seguiría avanzando con nuevos descubrimientos. Sostenía que antes la gente se aburría con más facilidad y por eso teníamos más ideas e inventos.

Se recuerda que todo lo conseguía esperando, perseverando. Dicen que él fue quién inventó la frase “persevera y triunfarás” que luego se hizo famosa como dicho popular y hoy vamos transmitiendo de generación en generación.

Con los años Hilario fue perdiendo el pelo y la fuerza pero no la paciencia, por eso continuaba trabajando haciendo tareas que los más ansiosos (o quizás nadie) nunca podían aprender.
Ya en el ocaso de su vida Don Hilario disfrutaba días enteros, sentándose a esperar que la muerte lo venga a buscar.