"A la mágica y poderosa creación"


viernes, 2 de marzo de 2012

Gran Malvina y Soledad

Alguna vez de chico me pregunté para qué queríamos las islas con todo el territorio que tenemos, o por qué Argentina e Inglaterra no se ponían de acuerdo y se repartían una isla para cada uno. Es que desde chiquito que no me gustan los conflictos y siempre busco opciones para resolverlos de una forma justa.

Ya de grande, con una idea propia, y luego de buscar en libros antecedentes históricos del conflicto mi pregunta pasó a ser por qué Inglaterra insiste en adjudicarse tierras que fueron robadas y que nada tienen que ver con su distante país. Es que esa es precisamente otra de las características que traigo arraigadas desde pequeño, la de detestar las injusticias. Porque en todo caso son las islas de Latinoamérica, y estaría orgulloso de ello, pero jamás podemos aceptar que digan que son inglesas.

Al declararse la independencia Argentina, las islas dejaron de pertenecer a la corona española para pasar a ser Argentinas. Pocos años después, precisamente en 1833, un buque inglés desembarcó en las islas y echó a los argentinos que la estaban cuidando, cometiendo así, bajo amenazas, el robo de las islas.
Y no es que las abandonamos a través de los años, porque siempre las reclamamos. El problema es que hasta fines del siglo XX era muy común, y mundialmente aceptado, que las cosas se resuelvan por la fuerza, con la guerra. Y en un acto totalmente deshumano quien generaba más muertes se quedaba con el trofeo.

Sorprende que hoy mientras un país reclama con el dialogo y con la paz; el otro amenace con su ejército. Sorprende porque ya estamos en el siglo XXI, porque si algo aprendimos como sociedad de este mundo es a no querer más violencia, a no vivir más como cavernícolas. Por eso me atrevo a afirmar, y me invade una sensación de tristeza hacia los hermanos ingleses, que son un claro indicio de una civilización estancada, que no evoluciona a lo largo del tiempo, que no aprende del pasado. Y lo digo porque países como el de ellos que se dicen llamar “de primer mundo” promueven la guerra para la resolución de conflictos, y las armas no hacen más que exponer a la luz el peor estado del ego humano para dar triunfo a la muerte.

Creo que con el paso de los años y la evolución del ser humano no solo Latinoamérica sino el mundo entero les dará la espalda hasta que reconozcan que tomaron como posesión algo ajeno, que ya tenía dueño, que nunca debió pertenecerles. Y allí en un noble acto de humildad y justicia devuelvan en paz las islas que se robaron, para que brille al fin en nuestro diadema la perdida perla austral. Mientras tanto seguirán siendo la vieja Inglaterra, el viejo mundo.