Capitulo 1: el viaje
Imaginemos que por un instante gente de la NASA nos ofrece subirnos a
una nave y nos invita a recorrer la galaxia. No se asuste que no será necesario
realizar cursos, chequeos médicos, ingerir pastillas especiales ni calzarse el
tan incómodo traje de astronauta; el viaje no requiere preparación más que su
imaginación. ¿Está listo? Bueno subamos a la nave que está por despegar.
Hay una cosa que olvidé decirle, yo no voy a viajar con
usted, lo hará solo y yo lo haré en otra nave al mismo tiempo aunque no creo
que tengamos contacto en todo el viaje, ni siquiera visual porque vaya a saber uno en que parte del espacio
quedará suspendido cuando la nave se detenga, es tan grande la dimensión que la
probabilidad de encontrarnos es ínfima. Solo le pido que observe con atención
todo lo que vaya viviendo.
Ahora sí, apretamos el botón y poco a poco comenzamos a
alejarnos de la
Tierra. Lentamente todo va quedando atrás, nuestra casa,
nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestro gigante río, todo, haciéndose cada vez
más pequeño. El país que se va convirtiendo en un continente, el continente que
se va dibujando en el inmenso mar, el mar que va dando paso a otros continentes
que las nubes van cubriendo, y nosotros que nos vamos apartando en el silencio
y la oscuridad hasta que logramos visualizar la Tierra como si fuera una pelota
de fútbol.
Alcance a divisarla y deténgase ahí. Ahí sin amigos, sin nuestro
programa favorito, sin el último modelo de teléfono, sin absolutamente nada. Estamos
solos en el espacio, solo con nosotros mismos, para observar la Tierra detenidamente.
Mírela, tómese unos minutos para contemplarla. Es muy probable
que increíblemente no experimente miedo en esta nueva experiencia, hasta seguramente se quiera quedar un rato más allá, quizás porque
pareciera no existir la dimensión del tiempo, quizás porque el silencio y la
soledad son tan grandes como asombrantes, quizás… no lo sé.
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Capitulo 2: mi papel de espectador
Al verla desde allá, suspendido en el cosmos, la veo llena
de colores y de vida. La veo más nítida de lo que se la ve personalmente cuando
estamos dentro.
La veo y me cuesta observarla con las divisiones que nos
enseñaron desde chico, me cuesta ver las diferentes naciones, las diferentes
religiones, la lucha por el poder y la posesión… de allá la paz se ve tan
perfecta que realmente me cuesta horrores contemplarla con todos los tipos de
divisiones que hemos establecido como sociedad.
Y siento que
llevo, al igual que todos, una única nacionalidad, la del Planeta Tierra. La
veo tan clara que me preguntó por qué todavía no conformamos esa humanidad
única. Y me cuesta entenderlo porque desde acá la veo como es, pero allá abajo
es diferente, es tan distinto, tiene tantas divisiones que en definitiva a mí
también me limitan, a soñar con algo que desde acá arriba se ve tan
real.
A soñar con una armonía perfecta entre culturas y religiones. Con ingleses
conviviendo en suelo argento, iraníes caminando por el central park, chilenos y
bolivianos compartiendo sus tierras, israelíes y palestinos viviendo juntos. Donde
viajar no requiera de visas ni de otros permisos especiales, como si fuéramos un único
país en todo el mundo. Un único país solidario y humilde, donde sus hospitales
y escuelas atiendan y eduquen en forma gratuita a seres de cualquier parte del
mundo.
Sé que es difícil llevarlo a cabo cuando hay sociedades que aún
no están preparadas para ello pero es un anhelo que siento que algún día
llegará y miraremos al fin a la Tierra como tal, tan real, tan integrada, tan transparente.